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CODITOS

 Habíamos terminado de cenar. Entró de improviso a mi pieza Eve, mi hija la esencial”, como la llamo. Trabaja en un Hospital Provincial y está en emergencia total.  En esta pandemia solo saco a mi perrito a pasear un par de cuadras y de paso, airearme un poco, con todos los cuidados.  Por mí  y por los demás, no quisiera pasarle a nadie los virus, la solidaridad ante todo. Ella se va muy temprano, mucho antes de que yo me pueda despabilar y regresa a última hora.

Así que me encargo de las tareas de la casa y de hacer de vez en cuando, un poco de gimnasia. Había regresado de mi paseo con mi mascota y encendido la compu. Tenía clavada en la pantalla aquella foto que todos recordamos del mundial con el abrazo del alma. Fue una foto histórica y ese triunfo uno de los momentos deportivos más recordados por todos, incluida la sensación de la unión firme de todos y los millones de abrazos que se desparramaron por todos lados en los festejos. Y esa foto me recuerda siempre que también el alma abraza cuando no se puede hacer de otro  modo. Y me encontró mi hija abrazándome muchas veces a mí mismo con toda la fuerza que podía. 

Quedó un momento en silencio, mientras de reojo miraba la foto y luego dirigía su vista hacia mí. Cuando nos recuperamos, comenzó a recordar los momentos vividos juntos a toda la familia en aquellos instantes felices de aquel mundial.  Creo que quería desviar un  poco la atención sobre lo que yo hacía,  pero de pronto me pregunto el porqué de los abrazos a mi propia humanidad. 

No podía mirarla en ese momento y alcance  a balbucear que siempre quise abrazar a aquel aficionado que abrazaba con el alma y estaba también abrazando ahora, a nuestros familiares  y otros conocidos y a todos los que han partido en esta pandemia y que ni siquiera han podido tener la compañía de los suyos. No pude seguir hablando. No pudimos seguir hablando.  Puso el codito al alcance del mío y nos despedimos hasta la noche siguiente. Creo que mañana va a ser un hermoso día y tengo muchas cosas por hacer. Pero no esperaré hasta entonces, iré ahora mismo y le diré muchas veces que la quiero.  

Miguel Angel Gorokovsky