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Había una vez una nena muy hermosa que se llamaba Libertad, el pelo largo hasta la cintura y unas piernas flaquitas y muy movedizas. Era tan alegre, divertida, charlatana y buena, rebuena, que tenía muchos amigas y amigos. Con ellos se juntaba en su casa o en la de ellos y a veces se quedaba a dormir, o iban al parque, al cine o simplemente tenían charlas sentadas sobre una piedra. La escuela le encantaba pero había aprendido que debía quedarse quietecita y escuchar a la maestra, así que ella tenía que sujetar sus piernas bailarinas para que no se fuesen al patio cuando no había recreo o se fueran a sentar en otra mesa para charlar con Camila. La verdad, es que lograba sujetarlas casi todo el tiempo que duraba la clase, aunque alguna vez se pararon por su cuenta al lado de la seño y ante la pregunta qué pasa Libertad, tuvo que mentir y decir que necesitaba ir al baño. ¡Ese día no había logrado que sus piernas se quedaran quietas! A veces llegó a sujetarlas con un elástico, sí, el mismo que usaba para saltar. Pero... pero... llegó el COVID y puso el mundo patas arriba o patas abajo como se prefiera. Y Libertad, la amiguera y salidora, de pronto se encontró encerrada. Sí, no podía ni asomarse a la vereda. No podía ir a dormir a la casa de Viole. No podía, no podía, no podía. Todos eran más NO que SI.

Primero se enojaba un poco y al rato pintaba, bailaba, escalaba por los marcos de las puertas. Otro día probó adivinar, también anduvo cocinando, peleando con su hermana, escuchando cuentos, enojada con su mamá, enojada con su papá. Contenta cuando la clase de danza por youtube o que le leyeran un cuento.

Y así iba de la alegría al enojo. Hasta que un día se sumaron los enojos, como cuando hacemos sumas, 1 más 1, 2 enojos, 2 enojos más 4 enojos, dieron 6 enojos, más otros 6 sumaron 12 enojos y ya en el día 60 de su encierro con 554 enojos sumados. Ellos, los enojos y enojitos, estallaron en un llanto incontrolable, lágrimas y lágrimas inundaron el cajón de los juguetes; inapetencia, ojitos tristes y las piernitas bailarinas se negaban a bailar o ir al baño.

Preocupados, los adultos salieron a buscar si había alguna vacuna o un jarabe; la abuela apeló a comprarle chocolates, también probaron con retos y penitencias y hasta lograron remontarla como un barrilete para que viera que todos los niños estaban encerrados en sus casas. Pero no y no, ella no podía ponerse a cantar, bailar y jugar. Pero, en los cuentos siempre encontramos un pero, llegó el mago de Oz, acompañado de doña Catalina y de doña Manuelita, los tres escondidos bajo un gran sombrero le prepararon una poción mágica con un poquito de cilantro, menta, chocolate y humo negro. A ella le dio un poco de asquete tomar eso que le daban y se negaba cerrando su boquita en trompita, pero en eso el payaso plim plim elque se pincha la nariz, la hizo reír y al abrir la boca el mago le dio la pócima. Ese preparado mágico no era tan bueno, ni efectivo. Y saben por qué, recién tres días después cuando todos creían que habían fracasado y el mago se tiraba de los pelos, doñaCatalina revisaba el cilantro para ver si era o no era cilantro y Manuelita se comía el chocolate. Libertad poquito a poco volvió a danzar, pintar, leer y hacer todas las cosas que le gustan y otras que no tanto pero igual hay que hacerlas (como las tareas de la escuela).

Todos los días se toma una cucharita de té de la lata de “PACIENCIA” que le dio doña Catalina y espera que el mundo se enderece y se abran las puertas de su casa poquito a poco. Sabe que sus amigues la están esperando para volver a jugar,cantar y bailar y andar por los aires con mucho donaire.

Cuento escrito por Libertad para su sobrina Libertad.

Libertad Margolles