“Un día crees que estás increíblemente bien y al otro no encontrás escapatoria que no sea la paz eterna…”. Es esta una de las sensaciones que atraviesa una persona instantes antes de tomar la decisión de quitarse la vida.
Tal fue el caso de una mujer de 27 años, de clase trabajadora, que al día posterior de recibir el alta médica, con el título de “Sobrepasar exitosamente un cuadro de debilitamiento corporal”, tomó la decisión de dirigirse hacia las vías del Ferrocarril San Martín y así terminar con la angustia y sus cambios drásticos de humor. Negándole a un niño, de unos 7 años, volver a disfrutar y compartir momentos con su madre.
Dicha situación no es solamente un caso aislado, sino uno de tantos manifiestos de una enfermedad que come en silencio la mente de muchas personas y, más aún, la de jóvenes pertenecientes a una sociedad con ingresos bajos y medios, atravesados por un escenario social adverso, el cual no permite la esperanza.
Para muchos jóvenes del conurbano bonaerense, el futuro puede parecer un camino sin salida, lleno de obstáculos y pocas oportunidades. La presión económica, la falta de recursos y un entorno de constante incertidumbre afectan la salud mental y emocional, creando una sensación de ahogo. Esta historia es un llamado a reconocer esas luchas invisibles y a entender que, en medio de un contexto difícil, el apoyo y la solidaridad pueden marcar la diferencia entre la desesperanza y una segunda oportunidad.
