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Por Wuilda Elizabeth Sánchez Santacruz

Juan, un joven de 18 años, creció en una Villa del conurbano. Desde pequeño, fue testigo de la violencia y la discriminación. La falta de oportunidades y la sensación de estar atrapado en un sistema injusto lo habían endurecido. Ahora, repetía las mismas palabras hirientes que había escuchado toda su vida, sin darse cuenta de que se había convertido en parte del problema. 

El dolor humano es una realidad innegable, especialmente cuando se vive en un contexto social injusto. La pregunta es: ¿por qué sufrimos tanto y qué nos lleva a infligir dolor a los demás?

El llanto se convierte en una válvula de escape para expresar el dolor acumulado por las injusticias. Sin embargo, esta expresión momentánea no soluciona el problema de fondo. Nos preguntamos: ¿qué lleva una persona a dañar a otra sin conocerla? ¿Qué heridas internas pueden llevar a actos de violencia? 

La búsqueda de respuestas a estas preguntas nos lleva a un laberinto de emociones y reflexiones. El dolor humano es un enigma que ha ocupado a filósofos y pensadores a lo largo de la historia. Tal vez, la única certeza es que el sufrimiento es una experiencia universal que nos une a todos, independientemente de nuestras diferencias.

 


 

Por Wuilda Elizabeth Sánchez Santacruz