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Por Alexis Lavandeira

En la pared de la cancha, alguien pintó a Maradona hace años, con su mirada desafiante y la camiseta con la que más nos representó.

Cada pibe lo saluda antes de patear. Saben que es sólo una pintura, pero en el barrio, Diego es más que un dibujo.

Un viejo hincha le deja flores en el aniversario: “El Diego nos brinda alegría desde donde esté”.

Y, aunque los chicos se rían, sienten que, cuando se levanta el polvo en el potrero, desde la pared él está ahí con ellos.

Fue, quizás, el último Santo Popular del país.
 

Del conurbano hacia la divinidad