Por Rosa Anzoategui
Aquella noche de 1993 perdí las ganas, perdí el rumbo, mi mente no descansaba un segundo. Yo perdí la vida, cuando él perdió la suya.
La primera semana me pellizcaba todos los días para ver si era sólo un sueño. Pero no, él nunca volvió. Entonces una noche decidí volver a aquella oscura y solitaria ruta. Explorando el lugar, de pronto, vi una luz que llegó y no recuerdo mucho más. Sólo al volver a abrir los ojos me encontré tirada en el piso. Al mirar a mi alrededor, vi al colectivero y a los pasajeros buscando algo o a alguien, ¿será que me buscan a mí? decía. Pero yo estaba ahí, justo ahí en frente del colectivo.
Entonces entendí que aquella noche perdí la vida, pero para mí la había perdido hace 3 meses atrás.
